
Los cuarenta y pocos mil Hamar o Hamer, viven al este del río Omo en los entornos de Turmi y Dimeka.
Su dedicación al pastoreo de ganado, vacas, cabras, asnos y alguna oveja, exclusivo de los hombres, les obliga a ser seminómadas e ir buscando pastos.
Las mujeres ocupan su tiempo sobre todo en el cultivo, cosechando sorgo, maíz, calabazas y algunas verduras, lo que compatibilizan con cocinar y atender la casa, mientras las más jóvenes van a por agua y se ocupan de los niños, que al cumplir los ocho años se encargan de las cabras aprendiendo con ellas lo que será su trabajo mañana con las vacas.
No les gusta establecer relaciones con otros pueblos por lo que los matrimonios se establecen dentro de las distintas familias de su propio pueblo.
Aunque sí son dados a incorporar a su día a día, cualquier cosa que les llame la atención de sus vecinos, sobre todo de los Nyagantom y Dassanech con los que más interectúan, imitando folclor, vestimenta, abalorios, peinados, etc.
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Los Hamar o Hamer
Ellas suelen casarse a los 17 años y ellos no mucho más allá, aunque sí en cuanto pueden asumir la dote, a lo que siempre se presta la familia.
Llevan un estricto orden jerarquico que los hombres muestran en la cabeza, donde el de mayor grado suele mostrar una especie de casco hecho de una amalgama de barro, mantequilla y algún tono ocre o rojizo que coronan con una pluma de avestruz en la que el tamaño, cuenta.
A partir de ahí hombres y mujeres pueden llevar los más diversos peinados, pinturas corporales y abalorios diversos aunque como sucede con los demás pueblos, suelen ser peculiarmente identificables y por tanto distinguibles de los de sus vecinos.
Si bien, son fiel reflejo del estatus de cada persona, mostrando cual insignias militares qué escalón se ocupa; si es mujer si es principal, segunda o tercera esposa o si hombre, si cazador, guerrero y su escalafón.
A veces el hombre se hace algún tipo de escara al estilo de los Nyangantom o Dassanech, de lo que hay literatura que lo atestigua, aunque reconozco no haber encontrado foto alguna.
La mujer sin embargo, llega a tener cicatrices de dos tipos.
En uno muestra costurones en la espalda realizados por jóvenes hombres de su familia que las golpean con flexibles y largas varas en sus ritos de madurez.
Al final de que los chicos realicen el suyo del Ukuli Bula o salto del toro, con el que si lo pasan adquieren el ansiado grado de adulto y acceder así a casarse, y en otro se hacen escaras en el torso, similares a las de las mujeres de los antedichos vecinos.
El ritual Ukuli Bula
El ritual Ukuli Bula dura tres días finalizando con dicha ceremonia. Aunque hay quien lo afirma no tienen porqué ser treinta o más las vacas a saltar, aunque parece que ahora, tal vez por exigencias del desmesurado turismo y el folklore que este exige, se dice que si hay menos, indica poco estatus o pobreza y por tanto pocas posibilidades de hacerse con la chica deseada.
En el rito real si el muchacho quiere casarse y ha sido aceptado, la familia de ella elige un grupo de vacas que coloca juntas, el pretendiente entonces debe saltar sobre ellas y hacer dos veces el recorrido de ida y vuelta sin caerse pues si cae, como pasa en ritos similares de otros pueblos se considera mal augurio que debe ser estigmatizado al año siguiente.
A veces, y a pesar del golpe, el muchacho es insultado e incluso puede ser golpeado por la familia de la novia por su ineptitud.
Caiga o no, finalizado este, las jóvenes casaderas aguantan los latigazos de algún jóven pariente o allegado, exigiéndolesdureza para demostrar así su valor y fortaleza física, y ser merecedoras del amor de sus prometidos.
Por lo que cuantas más cicatrices presente una mujer Hamer por esta causa, más respetada será. Si al año siguiente el jóven pasa la prueba entregará el ganado que selecionó la familia de la chica realizándose la unión. En caso de que no lo supere suele ser difícil que se mantenga el trato .
Foto Steve Bloom
Mujer Hamer

Mujer Hamer con escaras en el hombro y corona de pezuñas de ungulado, que al moverse suenan como cascabeles.
Hay pocas dudas de que los Banna no sean un clan Hamer que se excindió tras una prolongada sequía buscando pastos para su ganado, desplazándose hacia los montes Chari e instalándose en la alta sabana formada alrededor de las orillas del Banna que les da el nombre, al suroeste del Omo, cerca del lago Turkana y de las fronteras con Kenia y Uganda.
En la actualidad se calcula que hay unos 40 mil individuos, que han creado poblaciones como Key Afer y Jinka con mercados, cerca de Kako una localidad al sudoeste de Etiopía. Allí tienen como vecinos, a los Murle, Karo y Aari. Hablan el idioma Hamer y como estos son animistas.
Su relación con otros pueblos les ha proporcionado camellos que utilizan para despalzarse y mover mercancías, como el sorgo y resto de cultivos comunes en la región, que como todos cultivan en temporada de lluvias, o la miel silvestre que recolectan en cierta cantidad.
Los camellos también les sirven como cabalgadura y poder desplazarse con su ganado a largas distancias buscando pastos durante la estación seca.
Sus continuas migraciones por terreno agreste pues no les gusta circular por carreteras, les ha llevado a construir aldeas con casas de bases fácilmente desmontables que forran con altas hierbas recién cortadas que dificlmente llegarán a secarse.
Estas aldeas, en realidad campamentos, son circulares, situando las cabañas en la parte exterior y reuniendo por la noche el ganado en el centro con el que duermen los hombres solteros y los jóvenes para protegerlo; se concitan siempre familias emparentadas.
El Bitta
Como los Hamer, se rigen por un sistema autónomo integrado por familias que forman grupos masculinos de edad, algo similar a un sanedrín, dirigido por el Bitta, un anciano elegido como líder espiritual.
Acceder a cada grupo de edad requiere del consiguiente ritual de paso.
Las mujeres, sea cual sea su edad o estado, en la comunidad están subordinadas a los varones.
Cuando una mujer enviuda o el jefe de familia se ausenta, se asigna un hombre adulto que se ocupe de ella y los hijos si los tuviera, traslandándose a vivir a su casa.
Al llegar a la pubertad, se les practica la ablación a las niñas y la circuncisión a los niños.
Piensan que no solo es necesario sino de alabar, no consentir ningún insulto, agravio, ofensa o amenaza, siendo obligado vengar la afrenta, por lo que es normal verlos armados y comprobar lo agresivo de su carácter, lo que conlleva enfrentamientos con los vecinos por causa del pastoreo, con tremendas matanzas. Demostrar esa actitud reflejándola en las escaras les otorga respeto y ser temidos.
Orgullosos, tienen muy arraigado el concepto de unidad por lo que muestran temor a los conflictos con amigos y parientes que creen pueden activar a los malos espíritus.
Al igual que el resto de pueblos, los hombres dedican una especial atención a su pelo, que cuidan de manera similar a sus parientes Hamer, haciéndose el mismo tipo de gorro o casco de arcilla y manteca, tan considerable trabajo hace que duerman con sus famosos reposacabezas para no ‘despeinarse’. Curiosamente, son lampiños del cráneo para abajo.
Gorro o casco de arcilla y manteca

Jóvenes hombres Banna.
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